Érase una vez …

… una niña llamada María, pero también pudo llamarse Lola, Ana, Paula, Carmen, Lucía, Julia o Isabel.

Estaba muy contenta mientras escribía su carta a Papá Noel, ¿o era la carta  a los reyes mayos?. Bueno, estoy segura que esa la prepararía después. ¿A quién no le gusta recibir regalos por partida doble? Y nada más terminar de escribirla ya estaba en  manos del duende de Papá Noel. (Claro que para eso la magia es de gran ayuda.)

El problema fue que el pobre duende no sabía lo que había pedido la niña. ¿Qué tenía que preparar? De inmediato fue a ver a Papá Noel, él sabría que hacer.  Y es que María les pedía el mejor regalo para Navidad.

Bufff… Casi nada.

Podría ser la última consola o ese juego tan interesante del que todos hablablan. O quizás la muñeca más molona que todas las niñas querían o hasta incluso un patinete. ¿Cómo escoger el mejor regalo para ella?

De pronto lo tuvo claro. Se lo susurró al oído a su duende y él se marchó tan contento a preparar aquel obsequio tan especial.

En unas horas Papá Noel tenía todo dispuesto y partió a repartir los regalos. Y claro, entre ellos no podía faltar aquello que había pedido María.

Por eso al llegar a su casa, muy  despacito y con cuidado Papá Noel lo colocó junto al árbol y se marchó sonriendo.

A la mañana siguiente…

María lo encontró. Era más grande de lo que esperaba, con un bonito lazo rojo que lo adornaba. Estaba impaciente por abrirlo.

Cuando por fin lo hizo. ¿Sabéis que contenía aquel misterioso paquete?

Era su mamá, que estuvo bailando y jugando con ella todo el día (pero también podría haber sido su papá… porque a veces las historias cambian según el narrador , ya sabes que en Navidad todo es posible).

Así que no olvides que lo más valioso que puedes regalar a tus seres queridos es tu tiempo.

Porque lo que al final perdura no son los objetos,  sino  los recuerdos construidos juntos.