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Ricitos de Oro y los 3 Osos

Adaptación de en un cuento anónimo que popularizó Robert Southey

Érase una vez…

una niña rubia con el pelo muy rizado a la que llamaban Ricitos de Oro.

Ricitos era muy simpática y alegre, pero también muy entrometida y un poco desobediente.

Su mamá se cansaba de decirle que no podía coger lo que no era suyo y que no debía ir sola a pasear.

Pero como os había contado, Ricitos no quería escuchar a su mamá y una tarde salió a dar un paseo por el bosque sola. Pensaba ir cerca, así que no dijo nada y se marchó.

Iba mirando las flores y siguiendo una mariposa se fue adentrando en el bosque sin darse cuenta.

Cuando quiso volver a casa, no sabía que camino tenía que tomar. Así que siguió caminando en busca de ayuda.

 

De pronto en un claro del bosque encontró una casita.

Llegó a la puerta y tocó. Nadie contestó.

Volvió a llamar y al acercarse más vió que la ventana estaba abierta. Y sin permiso de nadie, se metió en la casa.

Se encontró que la mesa estaba preparada para comer.

«¡Qué bien!» , pensó. «Con el hambre que tengo». Y metió la cuchara en el plato más grande.

«¡Uy quema!, probaré con este plato mediano «, se dijo.

«¡Vaya!, también quema. Lo intentaré con este pequeñito. ¡Qué rico!» exclamó y vaya si se lo comió.

«Estoy un poco cansada. Me sentaré en esta silla tan grande» y así lo hizo. Pero la silla era muy alta y no le llegaban los pies al suelo. No le gustaba mucho esa sensación.

«Probaré ahora con esta silla mediana. » Pero tampoco fue de su gusto.

Entonces, se fijó en una silla pequeñita, demasiado incluso para ella y por eso al intentar sentarse, la silla se rompió.

Empezó a notar que tenía sueño, así que decidió echarse una siesta. Estuvo fisgando por la casa y encontró tres camas. Primero se acostó en la más grande. Pero la encontró muy dura y entonces se fue a la mediana que estaba a continuación. También la notó dura y al ver la pequeña no pudo resistirse y la probó. Era perfecta y allí se quedó dormida.

Al poco rato llegaron los tres osos a casa.

Habían salido a dar un paseo mientras se enfriaba la comida y ahora venían con hambre, porque el paseo había sido más largo de lo esperado.

Llegaron a la mesa y al ver su plato el oso mayor, que era el papá oso, exclamó: «Alguien ha probado mi comida».

El oso mediano, que era la mamá oso, al mirar su plato dijo: «Y también han probado mi comida».

El oso pequeño, que era el hijo, les dijo llorando: «Alguien también la ha probado y se ha comido toda, toda.

Entonces se fijaron en sus sillas.

«Alguien se ha sentado en mi silla», dijo papá oso.

«Y  alguien se ha sentado en mi silla», dijo mamá oso.

«Pues alguien se ha sentado en mi silla y la ha roto..» Volvió a llorar el oso pequeño.

De pronto oyeron un ruido que parecía salir de su habitación. Al acercarse papá oso dijo «Alguien ha dormido en mi cama».

Mamá oso respondió.»Y también ha dormido en mi cama».

El osito exclamó «Alguién ha dormido en mi cama y aún está en ella».

Con el sonido de las voces Ricitos de oro se despertó. Al ver a los tres osos se asustó mucho…

Miraba una y otra vez a los osos y no sabía por dónde escapar.

Entonces papá oso muy serio le dijo: «No está bien lo que has hecho niña. Has entrado en una casa ajena y utilizado nuestras cosas sin permiso.»

Máma oso continuó. «Pero no te preocupes no vamos a hacerte nada.»

El pequeño oso preguntó «¿Y qué haces aquí niña?»

La niña aún con miedo respondió: «Soy Ricitos de oro y me he perdido. He visto la casa y he entrado. Pero ahora me doy cuenta de que he sido muy maleducada y entrometida. Lo siento mucho.»

Los osos se miraron y aunque aún estaban un poco enfadados, pero como eran muy buenos decidieron ayudarla.

 

La acompañaron hasta el final del bosque y le indicaron como llegar a su casa.

Ricitos aprendió una gran lección ese día y jamás, jamás, pero jamás volvió a desobedecer a su mamá y dejó de entrometerse dónde no la hubieran invitado.

Incluso volvió a casa de los osos a llevarles un regalo para agradecerles todo .

Pero eso ya es otra historia.

Nota para los mayores

Desde luego Ricitos no era un ángel, quizás le vino bien el susto para aprender. Así que aprovechemos la lección que se llevó  la pequeña para que nuestros hij@s aprendan, en cabeza ajena, que han de respetar lo de los demás y por supuesto obedecer a sus mayores.

Y si queréis contarles el cuento podéis hacerlo jugando con esta muñeca reversible que lleva a los osos… me ha gustado la idea y os la traigo.

Estaba pensando que Ricitos tuvo suerte con los osos, le pasa como a Masha que también es un poco entrometida y también cuenta con la inestimable ayuda de oso.  ¿No sabes de quién te hablo?… pues no te puedes perder este otro post.